lunes, 30 de noviembre de 2009

Sociedad, política y el ‘pásalo’

Pensábamos que el problema era la renovación tecnológica, que cada vez sucede antes y que nos obliga a correr todo el tiempo para seguir en el mismo punto en el que ya estábamos. Pensábamos que se trataba de eso: de no perder el hilo de los avances tecnológicos, de conocer las prestaciones del último gadget que ha salido al mercado; pero la verdadera revolución ha llegado por otro camino, sin grandes aspavientos y, lo que es más importante: ha llegado para quedarse. Hoy no vale con tener la máquina: lo importante es que esté enlazada con las otras. El teléfono móvil, el correo electrónico, la todopoderosa web… han creado una generación conectada permanentemente, que está generando nuevas formas de sociedad y a la que no se puede ignorar, porque es la que ya ha cogido las riendas del futuro.

Ha caído en mis manos en los últimos días el libro de David de Ugarte ‘El poder de las redes’, editado por El Cobre y disponible también en la Red (http://www.deugarte.com/). Con el subtítulo ‘Manual ilustrado para personas, colectivos y empresas abocados al ciberactivismo’, el libro da soporte a la reflexión del autor –pertinente y profunda– sobre las nuevas formas de comunicación social y sus implicaciones políticas y económicas.

Comparto con el autor la idea de que, alharacas aparte, las llamadas ‘redes sociales’ no suponen nada radicalmente nuevo en cuanto que los grupos coordinados de personas que mantienen relaciones entre sí son tan antiguos como el hombre mismo. Más bien, la dimensión nueva de este fenómeno viene dada por la inmediatez de sus comunicaciones: es ésta la característica novedosa y la que marca la diferencia.

Además de la velocidad, la facilidad para emitir y recibir informaciones –y el coste cada vez menor de este proceso– está provocando cambios de gran calado, sobre los que también habría que recapacitar. De un lado, la cantidad de personas a las que puede llegar un único individuo con un solo click ha crecido de manera desorbitada. De otro, a día de hoy ya existen nuevas rutas de comunicación social que no pasan por los medios tradicionales. No en vano, tanto la televisión como la radio y la prensa escrita están empezando a dejar de mirar con recelo al ‘pequeño’ competidor digital: el competidor ya ha crecido mucho, y vale más la pena tenerlo dentro de casa que fuera.

La sociedad y, por ende, la política no pueden ponerse una venda en los ojos y hacer como si todos estos cambios no se estuvieran produciendo. David de Ugarte recuerda en su libro numerosos episodios que han revelado este fenómeno en los últimos años y, por ejemplo, hace mención expresa a cómo en noviembre de 2005, la policía francesa se veía impotente para contener la revuelta de los arrabales, y aducía la velocidad a la que los protagonistas de la protesta ganaban técnicas y experiencias de verdadera ‘guerrilla urbana’. Bajo todo aquello estaba, según De Ugarte, una red social en eclosión alimentada por cientos de personas que se coordinaban mediante teléfonos móviles y publicaban blogs.

En el ámbito más cercano, sólo tenemos que mirar el poder de Facebook para coordinar protestas ciudadanas como la que ha surgido en Granada, en contra la ordenanza para la convivencia; o el uso de teléfonos móviles y plataformas como el Twitter para convocar la protesta del pasado miércoles, en la inauguración de la Expo Agro.

Algunos las llaman ‘ciberturbas’, otros ‘multitudes inteligentes’, pero al margen del matiz de cada etiqueta, que muchas veces se coloca en función de si los fines de la plataforma coinciden con los nuestros o no, lo importante es tomar conciencia de que el ‘pásalo’ es ya, hoy, una herramienta poderosa y de la que no podemos olvidarnos.


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