Por razones históricas que no
escapan a nadie, América Latina ha constituido siempre una prioridad estratégica
para España, aunque tal vez fuera más acertado decir casi siempre, pues los ocho
años de gobierno del PP supusieron una excepción a esta regla de política
exterior. No es en absoluto exagerado decir que Aznar dio la espalda a los
países hermanos de aquella región del mundo, salvo cuando intentó mediar ante
alguno de sus gobiernos para que apoyaran la guerra de Irak.
La llegada del PSOE al
Gobierno de España tras las elecciones de 2004 supuso la recomposición de
nuestras dañadas relaciones con toda Latinoamérica y también un cambio en la
estrategia diplomática con respecto a Cuba: es evidente que la táctica de
bloqueo a la que se sumó el PP no ha logrado llevar la democracia a la isla ni
ha mejorado en modo alguno la vida de los cubanos, ni en esos ocho años ni en
los cincuenta que lleva siendo aplicada. El PSOE ha apostado por un diálogo
crítico y exigente, entendiendo que éste era el modo más eficaz de favorecer un
proceso de transición democrática. También la UE lo ha hecho, y el propio Obama
dio señales de apertura liberalizando en abril de 2009 la posibilidad de viajar
a la isla y de enviar remesas de dinero o de determinados productos, todo ello
con un mensaje que los socialistas españoles compartimos: el de apoyar el deseo
del pueblo cubano de determinar su propio destino.
En este sentido, la muerte del
preso de conciencia Orlando Zapata tras permanecer más de ochenta días en huelga
de hambre supone un paso atrás en el camino emprendido y cuestiona la situación
de los derechos humanos en Cuba. De acuerdo con la declaración institucional
aprobada por unanimidad en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los
Diputados, esta muerte supone un motivo de profunda preocupación por la
situación de los presos de conciencia en la isla y una nueva ocasión para pedir
la liberación de todos ellos y para condenar las limitaciones a las libertades
públicas –también a la libertad para disentir- en cualquier parte del mundo.
A pesar del mensaje claro del
PSOE en contra de las circunstancias que han rodeado la muerte de Orlando
Zapata, la derecha española, tal y como era previsible, no ha perdido ocasión
para reiterar esa caricatura permanente que hace de la política exterior de
nuestro Gobierno, ahora a cuenta del tiempo que el presidente Zapatero tardó en
condenar este hecho y del grado exacto de contundencia con que lo hizo, ese tipo
de matices a los que el PP se agarra a falta de mejores argumentos políticos. Lo
cierto es que el PP se olvida permanentemente de que no existe una única
disidencia cubana, la que le es más próxima ideológicamente, sino también una
disidencia socialdemócrata, víctima igualmente de las restricciones en materia
de libertad de conciencia, cuyos activistas siguen defendiendo, aun a pesar de
la trágica muerte de uno de los suyos, la actual disposición al diálogo que
mantienen el Gobierno español y la UE.
¿Debemos mantener la ayuda a
Cuba? La Junta de Andalucía ha financiado estos tres últimos años veintitrés
proyectos de cooperación directa, ejecutados por la propia Administración
autonómica, y otros doce proyectos de varias ONG. Se ha facilitado, por ejemplo,
el abastecimiento de agua potable a un municipio cubano de veintisiete mil
habitantes y se reconstruyeron cinco mil viviendas en la zona de Pinar del Río,
arrasada por los huracanes Ike y Gustav. Plantearse la posibilidad de que la
ayuda exterior que reciben los pueblos pueda o no favorecer al régimen político
bajo el que estos malviven, es un lujo que no pueden permitirse los cubanos. Un
lujo más que no pueden permitirse.
1 comentario:
Los grandes políticos hacen autocrítica dentro pero también fuera de sus partidos. La política exterior española siempre ha sido demasiado condescendiente con la situación de falta de derechos sociales, civiles e incluso humanos en Cuba. Socialismo sí, incluso Comunismo, pero refrendado por las urnas y con las libertades básicas garantizadas. España, como principal interlocutor de Cuba, debía de tener una postura dura, firme y consecuente con el Gobierno de los hermanos Castro. Yo quiero que una tierra hermana viva en libertad, así que ¡Viva Cuba!, pero libre de tiranos.
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