lunes, 1 de marzo de 2010

LA CIENCIA COMO MOTOR DE TRANSFORMACIÓN

La investigación en España ha experimentado un extraordinario avance en los últimos veinticinco años, viendo multiplicada su producción científica por nueve en tanto que la mundial sólo lo ha hecho por dos. Nuestro país ha pasado así de ser la trigésima potencia en el campo de la ciencia a ser la novena: únicamente China ha tenido un crecimiento más rápido que el nuestro. De aquel displicente “que inventen ellos” que caracterizó a una España encerrada en sí misma, hemos pasado a estar presentes en la mayor parte de los grandes proyectos internacionales, y es el momento de establecer las bases que nos permitan alcanzar metas más ambiciosas y un mayor protagonismo en el escenario donde se trazará el cambio de modelo de desarrollo económico.  

La ley que hizo posible ese importante impulso de la investigación científica en España es de 1986, y no es necesario decir cómo han cambiado las cosas desde entonces, máxime cuando hablamos de una época de rápidas transformaciones y de un ámbito cuya evolución es vertiginosa. Para empezar, la comunidad científica española es seis veces mayor que entonces, la estructura autonómica está plenamente consolidada y la construcción del Espacio Único Europeo de Investigación exige una mayor coordinación de nuestros recursos de I+D. De ahí que, tras casi dos años de trabajo, esté pronta a iniciar su andadura parlamentaria la nueva Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, cuyo anteproyecto está previsto que sea aprobado por el Consejo de Ministros el próximo día 12 de marzo. 

El nuevo marco legislativo será un instrumento determinante para afrontar los desafíos de cambio y consolidación del sistema científico español, para atraer y retener el talento, para gestionar más eficazmente el gasto público en investigación y para fortalecer la cooperación entre el Gobierno central, los autonómicos y los países de la Unión Europea. Introduce, además, sustanciales mejoras en la carrera científica, sustituyendo, por ejemplo, las becas a los  investigadores en etapa predoctoral por contratos de trabajo con todas las garantías sociales –entre ellas, la prestación por desempleo o la baja por maternidad, derechos de los que hoy carecen nuestros jóvenes investigadores-. Igualmente, se facilitará la movilidad de los recursos humanos, y la carrera científica se basará en los méritos. 

Un gobierno socialista dio hace veinticinco años el primer gran impulso a la investigación científica en España y es un Gobierno socialista quien ahora da el segundo, con un objetivo muy claro: que la ciencia y la tecnología se sitúen en el centro mismo de ese  imprescindible cambio en el modelo productivo que ha de garantizar un crecimiento sostenible y sostenido, un modelo que nos capacite para competir en igualdad de condiciones con los países más desarrollados de nuestro entorno y haga posible la creación de empleos estables y de calidad. Se trataría de conseguir, en definitiva, que el conocimiento generado por nuestros científicos contribuya de manera más eficaz al desarrollo económico y al bienestar social, de ahí la importancia de difundir los resultados de las investigaciones y de potenciar una cultura científica y tecnológica en los ciudadanos, transmitiendo los avances más relevantes e implicando en ellos a la gente. Sólo de este modo será realmente posible llevar a cabo la transformación que necesita nuestra sociedad.

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