sábado, 17 de octubre de 2009

COMPROMISO CONTRA EL HAMBRE

Con motivo de la celebración el pasado viernes del Día Mundial de la Alimentación, se dio a conocer un dato muy poco alentador: en la última década ha aumentado en cien millones el número de hambrientos en el mundo. La crisis económica y el cambio climático son los principales responsables, aunque los expertos en desarrollo y cooperación apuntan también a las políticas neoliberales, bajo las cuales los gobiernos han perdido influencia en el sector alimentario en beneficio de las grandes multinacionales: los países pobres, sometidos a sequías cada vez más rigurosas, a la escasez de agua, al aumento de las temperaturas y a los cambios producidos en los mares, han visto mermados sus recursos agrícolas y pesqueros, que ya eran de mera subsistencia, y han caído, además, en el cepo implacable del mercado. Un ejemplo: el precio del maíz en Kenia se ha incrementado un cien por cien en el último año, y es un alimento imprescindible en África.



El Día Mundial de la Alimentación, con el que cada año, el 16 de octubre, se conmemora la fundación de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), tiene como finalidad concienciar a los países del mundo a cerca de estas cuestiones. Desgraciadamente, los datos conocidos este año suponen un duro golpe para los llamados Objetivos del Milenio fijados en el 2000 por los ciento noventa y dos países miembros de la ONU, siendo el primero de ellos, precisamente, el de reducir a la mitad, en 2015, la proporción de personas que sufren hambre. Nada debería relegar este objetivo porque nada nos afecta tan hondamente en nuestra condición de seres humanos que el hecho de que una sexta parte de nuestros semejantes malviva en una situación de extrema pobreza y desnutrición. No combatir el hambre en el mundo con toda la energía y determinación provocaría una injusticia de tal magnitud que nadie, en ningún lugar de la Tierra, acabaría desligado de sus resultados.
Así lo expuso el propio presidente Zapatero el pasado mes de septiembre ante la Asamblea General de la ONU, al tiempo que reafirmaba ante los líderes de todo el mundo el compromiso español de cumplir los Objetivos del Milenio. De hecho, España ha sido el país que más ha aumentado la ayuda al desarrollo, y en la pasada legislatura, al triplicar los recursos que destinamos a la Ayuda Oficial y Desarrollo, pasamos a ser el séptimo país en donaciones. Igualmente, cuando el próximo semestre España asuma la presidencia de la UE seremos el quinto país en volumen de ayuda en una Europa de veintisiete miembros; en nuestra última presidencia, en el 2000, éramos los penúltimos en una Unión Europea de quince. Además, en el 2006 el Gobierno aprobó el Estatuto del Cooperante, mediante el cual los cooperantes españoles tienen respaldo legal y cobertura de seguros por primera vez.
El objetivo fijado por nuestro Gobierno es que en 2012 nuestra aportación a la ayuda y desarrollo alcance el 0,7 por ciento de nuestro Producto Interior Bruto. Ese año nos convertiremos en la primera de las ocho economías más fuertes del mundo en alcanzar ese porcentaje. Ya en los Presupuestos Generales del Estado para el año que viene se consolida la inversión del 0,5 por ciento. El Parlamento de Andalucía, por su parte, se convirtió en 2002 en la primera Cámara autonómica que destina el 0,7 por ciento de su presupuesto anual para la ayuda a organizaciones no gubernamentales que mejoran la vida cotidiana de las personas en países en vía de desarrollo.

Como ha indicado el director general de la FAO, los líderes mundiales, que reaccionaron rápida y contundentemente contra la crisis económica y lograron movilizar miles de millones de dólares en muy poco tiempo, deben realizar una acción similar para luchar contra el hambre y la pobreza. Es algo que debe ser hecho no sólo como un gesto de nobleza, sino como una inversión de futuro en nuestro propio modelo de bienestar.


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