domingo, 4 de julio de 2010

UN FRUCTÍFERO SEMESTRE EUROPEO


Finalizado el primer semestre del año, es tiempo de hacer un primer balance de lo que ha supuesto la presidencia española de la Unión Europea, balance que, por cierto, nunca ha sido tan complicado de definir, pues, como algún analista ha puesto de manifiesto, no existen precedentes de una presidencia rotatoria como la que ha tenido que desempeñar nuestro país. En primer lugar, estaba el objetivo prioritario de consolidar las nuevas instituciones europeas surgidas del Tratado de Lisboa, lo que suponía un escenario de máxima coordinación y la renuncia a intentar acumular un protagonismo que habría constituido una inaceptable deslealtad institucional. En segundo lugar, la extraordinaria importancia de las medidas conjuntas adoptadas para superar la crisis económica que sufre Europa obliga a demorar la evaluación de su impacto y, por tanto, no es posible hoy por hoy sino enunciarlas.

Desde luego, quienes hayan prestado atención a la caricatura que de esta presidencia han hecho, dentro de nuestro propio país, los detractores del presidente Zapatero, en un intento más bien mezquino de evitar que la ocasión pudiera reforzar la imagen del Gobierno socialista, no podrán entender las muestras de satisfacción de aquellos que no están encadenados a una permanente estrategia electoralista. Pero lo cierto es que durante este difícil semestre, donde se ha tenido que hacer frente a situaciones inéditas, la UE ha dado pasos verdaderamente históricos en defensa de su moneda única y de la economía de todos sus socios: el apoyo financiero a Grecia, la creación de un Mecanismo Europeo de Estabilización, el acuerdo para que los Estados miembros –todos ellos- aceleren los procesos para reducir su déficit o la aprobación de una tasa a los bancos con el fin de que el sistema financiero asuma una parte de los costes de la crisis han sido respuestas nuevas a una nueva e imprevisible realidad.

También en materia jurídica y diplomática se han dado grandes pasos: medidas propuestas por España, como la creación de un Observatorio europeo contra la violencia de género o la implantación de un teléfono, común en toda la Unión, de ayuda a las mujeres víctimas de maltrato obtuvieron un respaldo unánime de los países miembros. Igualmente, ha sido en este semestre cuando ha salido adelante la iniciativa legislativa popular, instrumento de participación mediante el cual la firma de un millón de ciudadanos europeos hará posible la propuesta de leyes, y también cuando se ha puesto en marcha el Servicio Europeo de Acción Exterior, es decir, un auténtico cuerpo diplomático de la UE y una nueva forma de entender la política exterior europea.

De puertas para adentro, el PP ha tratado de ningunear el papel jugado por el Gobierno de España durante su presidencia europea, sin importarle que con su actitud estuviera perjudicando la imagen de nuestro país.  En el Parlamento Europeo, sin embargo, un eurodiputado popular, Pablo Zalba, corregía al alza la calificación de “satisfactoria” que el propio Zapatero le había puesto a la presidencia de turno de la UE: a su juicio, y en lo que se refiere a las relaciones comerciales internacionales, la labor de la presidencia rotatoria ha sido más que satisfactoria. ¿Acaso daña este reconocimiento las expectativas electorales de la derecha? Yo no creo en ese tipo de planteamientos: me limito a constatar que, en cualquier caso, no daña los intereses de España, y eso ya es, tratándose del PP, un hecho digno de mención.

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