domingo, 9 de mayo de 2010

HACIA LA ALMERÍA DEL FUTURO

Almería nunca ha estado tan cerca del soterramiento de las vías del ferrocarril a su paso por la capital como lo está ahora. Bien podría decirse que el proyecto del que más se ha hablado y escrito en los últimos años, y con él la propia historia de la ciudad, cruzó la semana pasada la línea del no retorno: no habrá ya pasos atrás, ni seguirá siendo en el imaginario colectivo una empresa huidiza, casi un deseo irrealizable. Con la firma del convenio entre las tres administraciones implicadas –estatal, autonómica y municipal-, más ADIF y RENFE, mediante el cual se creará, en un plazo de dos meses, la sociedad que gestionará el proyecto, esta infraestructura comienza definitivamente su andadura. 

De más está  decir que hablamos de la Almería del siglo XXI, una ciudad ya sin divisiones físicas, sin esa fea cicatriz ferroviaria que parte la ciudad en dos: a este lado de las vías y al otro. Se trata de una actuación que a lo largo del tiempo ha conocido trámites de más o menos entidad, reivindicaciones, diseños propuestos a la consideración de los ciudadanos y algún que otro chantaje encubierto, como aquel famoso “stand by” con el cual el diputado “popular” Juan José Mataría definió en tiempos de Aznar la situación en que permanecería el proyecto en tanto gobernase en la ciudad el PSOE; una actuación, también, que en estas dos últimas legislaturas ha experimentado un impulso real: en 2005 se licita el preceptivo estudio informativo, en 2008 se firma el protocolo en el que se detalla el modelo consensuado por las partes, en 2009 se acuerda la creación de una sociedad y se anuncia la firma del convenio que la hará posible, firma que se concretó definitivamente el viernes. 
Estos son los datos. A los responsables políticos nos queda ahora la obligación de transmitir ilusión a los ciudadanos, pues se trata de la obra más importante que aún le queda pendiente a la capital de Almería, la obra que transformará su diseño, que hará posible la llegada del tren de alta velocidad hasta el mismo centro de la ciudad y que, por tanto, será nuestra carta de presentación urbana a todos quienes nos visiten. Al alcalde de Almería, como máximo representante de la ciudad, le corresponde desembarazarse de ese aire de resignación con que parece haber aceptado que el soterramiento haya empezado por fin a dar sus primeros pasos. No se entendería que no nos mostráramos unidos en esto, porque hablamos de la actuación más importante que vaya a acometerse en Almería en los próximos cincuenta o cien años, y desde luego sería lamentable que una parte de la ciudadanía, contagiada por esa aparente resignación municipal, acabara por considerarla algo devaluado, sin verdadera importancia. Soy consciente de que a tan solo un año de las elecciones municipales pudiera ser demasiado tentador para algunos enturbiar políticamente lo que a todas luces es una excelente noticia para Almería, pero esto sería tan negativo para los intereses de nuestra ciudad, afectaría tanto a ese gran apoyo social que sería deseable y que sin duda la ocasión merece, que cuesta creer que alguien tomara el camino del enfrentamiento partidista. 

Debemos, por tanto, analizar la cuestión con altura de miras, fortalecer un consenso, debatir entre todos cuanto sea necesario para que, a través de las alegaciones al estudio informativo, precisemos el proyecto en sí que mejor se ajuste a nuestras necesidades y expectativas; debemos, en suma, construir juntos la Almería del futuro.


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