Almería nunca ha estado tan
cerca del soterramiento de las vías del ferrocarril a su paso por la capital
como lo está ahora. Bien podría decirse que el proyecto del que más se ha
hablado y escrito en los últimos años, y con él la propia historia de la ciudad,
cruzó la semana pasada la línea del no retorno: no habrá ya pasos atrás, ni
seguirá siendo en el imaginario colectivo una empresa huidiza, casi un deseo
irrealizable. Con la firma del convenio entre las tres administraciones
implicadas –estatal, autonómica y municipal-, más ADIF y RENFE, mediante el cual
se creará, en un plazo de dos meses, la sociedad que gestionará el proyecto,
esta infraestructura comienza definitivamente su andadura.
De más está decir que
hablamos de la Almería del siglo XXI, una ciudad ya sin divisiones físicas, sin
esa fea cicatriz ferroviaria que parte la ciudad en dos: a este lado de las vías
y al otro. Se trata de una actuación que a lo largo del tiempo ha conocido
trámites de más o menos entidad, reivindicaciones, diseños propuestos a la
consideración de los ciudadanos y algún que otro chantaje encubierto, como aquel
famoso “stand by” con el cual el diputado “popular” Juan José Mataría definió en
tiempos de Aznar la situación en que permanecería el proyecto en tanto gobernase
en la ciudad el PSOE; una actuación, también, que en estas dos últimas
legislaturas ha experimentado un impulso real: en 2005 se licita el preceptivo
estudio informativo, en 2008 se firma el protocolo en el que se detalla el
modelo consensuado por las partes, en 2009 se acuerda la creación de una
sociedad y se anuncia la firma del convenio que la hará posible, firma que se
concretó definitivamente el viernes.
Estos son los datos. A los
responsables políticos nos queda ahora la obligación de transmitir ilusión a los
ciudadanos, pues se trata de la obra más importante que aún le queda pendiente a
la capital de Almería, la obra que transformará su diseño, que hará posible la
llegada del tren de alta velocidad hasta el mismo centro de la ciudad y que, por
tanto, será nuestra carta de presentación urbana a todos quienes nos visiten. Al
alcalde de Almería, como máximo representante de la ciudad, le corresponde
desembarazarse de ese aire de resignación con que parece haber aceptado que el
soterramiento haya empezado por fin a dar sus primeros pasos. No se entendería
que no nos mostráramos unidos en esto, porque hablamos de la actuación más
importante que vaya a acometerse en Almería en los próximos cincuenta o cien
años, y desde luego sería lamentable que una parte de la ciudadanía, contagiada
por esa aparente resignación municipal, acabara por considerarla algo devaluado,
sin verdadera importancia. Soy consciente de que a tan solo un año de las
elecciones municipales pudiera ser demasiado tentador para algunos enturbiar
políticamente lo que a todas luces es una excelente noticia para Almería, pero
esto sería tan negativo para los intereses de nuestra ciudad, afectaría tanto a
ese gran apoyo social que sería deseable y que sin duda la ocasión merece, que
cuesta creer que alguien tomara el camino del enfrentamiento
partidista.
Debemos, por tanto, analizar
la cuestión con altura de miras, fortalecer un consenso, debatir entre todos
cuanto sea necesario para que, a través de las alegaciones al estudio
informativo, precisemos el proyecto en sí que mejor se ajuste a nuestras
necesidades y expectativas; debemos, en suma, construir juntos la Almería del
futuro.

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