lunes, 11 de enero de 2010

HACIA UN GRAN PACTO POR LA EDUCACIÓN

Este podría ser el año en que se alcanzara un gran pacto social y político por la educación, lo que constituiría por sí mismo el hecho más relevante de cuantos pudieran tener lugar a lo largo de estos doce meses. Demandado por el conjunto de los ciudadanos como una necesidad, impulsado por el Gobierno central y considerado viable por el principal partido de la oposición, lo que este gran pacto de Estado pretende es, fundamentalmente, preservar tan importante cuestión de la confrontación política y dotar a nuestro país de un modelo educativo estable, que pueda ser asumido en sus líneas maestras por todos los partidos con opciones de alternarse en el gobierno y que permita alcanzar por fin la tan ansiada convergencia con los mejores sistemas educativos europeos.

Hay un dato que no deja lugar a dudas: desde 1980 han sido aprobadas doce leyes orgánicas de ámbito estatal en materia educativa. Demasiadas. Es preciso alcanzar una estabilidad normativa, y, al mismo tiempo, un gran acuerdo de financiación. Es decir, que gobierne quien gobierne e independientemente de la coyuntura económica de cada momento, hay que garantizar la equiparación con los países de nuestro entorno en relación con el PIB y en gasto por alumno. A partir de ahí, el Ministerio ha establecido una serie de cuestiones prioritarias: la reducción del abandono y el fracaso escolar, el impulso de la Educación Infantil, una nueva Formación Profesional que responda a los actuales retos del mercado laboral, la modernización tecnológica del sistema educativo, el Espacio Europeo de Educación Superior, las becas o el respeto a la labor del profesorado, entre otras.

Es encomiable el esfuerzo del ministro Ángel Gabilondo, que está llevando a cabo el diálogo para el Pacto en tres escenarios o mesas: con las Comunidades Autónomas, con los grupos políticos y con los agentes sociales; y es también digno de elogio la aparente disposición del PP a alcanzar dicho acuerdo. De lograrse, sería mérito de todos, de quien gobierna y de quien aspira a gobernar. Desde una perspectiva estrictamente política, los ciudadanos celebrarían que unos y otros, conservadores y progresistas, hubiéramos sido capaces de ponernos de acuerdo en aquello que es más importante para el futuro de nuestro país. Desde luego, hay más puntos en común que de desencuentro, y el propio ministro ha manifestado que existe una confianza mutua, circunstancia que permite estar más atentos a aquello en lo que se está de acuerdo que a las diferencias.

No ha de entenderse este Pacto como un fin, sino como un medio que haría posible un sistema educativo coherente, sólido y cohesionado, y que profundizaría en el modelo de sociedad en el que creemos. La educación es como un nudo de conexiones entre todas las políticas públicas, desde la economía hasta la sanidad, desde el medio ambiente a la energía, desde la cultura a la seguridad ciudadana. El propio Presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, que desde su toma de posesión remarcó la prioridad absoluta que en su acción de gobierno tendría la educación, ha dejado claro que es ésta la que hace de la economía algo sostenible y que no hay mejor inversión que la que se realiza en este terreno, pues le es devuelta a la sociedad multiplicada.

Cuantas mayores son las deficiencias educativas de un país más incierto es el futuro de su sociedad. Ésa es la verdad a la que nos enfrentamos, y ésa la razón principal para alcanzar un acuerdo.

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