lunes, 21 de diciembre de 2009

UN HOMBRE DE LUZ

El 5 de julio del próximo año se conmemorará el 125 aniversario del nacimiento de Blas Infante, Padre de la Patria Andaluza. Con tal motivo, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía ha acordado declarar el 2010 como “Año de Blas Infante”, ocasión propicia para resaltar aquellos rasgos de nuestra identidad como pueblo que tradicionalmente han estado definidos por un claro anhelo de libertad, justicia social y autogobierno dentro de una irrenunciable unidad con el resto de los pueblos de España.
 
A tan significado andaluz le debemos los máximos símbolos de nuestra Comunidad Autónoma: la bandera, aquella a la cual cantara de forma extraordinariamente emotiva Carlos Cano (Amo mi tierra/ lucho por ella/ mi esperanza/ es su bandera / verde, blanca y verde) y en la que flamea una inspiración de colores andalusíes; el escudo, cuya leyenda, Andalucía por sí, para España y  la Humanidad, no es, según escribió su propio creador, “una fórmula arbitraria, sino una expresión síntesis de la historia de Andalucía”; y el himno, una vieja melodía de jornaleros andaluces a la que Blas Infante le añadió la letra que hoy nos estremece si la escuchamos lejos.

Pero Infante es referente de andalucismo no sólo por el poder innegable de los símbolos, sino sobre todo por la trascendencia de su compromiso ético, de su firmeza en la lucha por la modernización de nuestra tierra y la consecución de una sociedad pacífica y solidaria que, con las raíces bien hundidas en la tradición, fuera a la vez dueña de su futuro, siempre esquivo con Andalucía, siempre en manos de otros.

“Andaluces: Andalucía es una nacionalidad, una realidad nacional”. Por afirmaciones como está, tan rotunda, a Blas Infante lo sacaron de su casa el 2 de agosto de 1936 para fusilarle sin juicio ni sentencia en la madrugada del día 11, en la carretera de Sevilla a Carmona, apenas una semana antes de que a Federico García Lorca le fusilaran en Víznar y un mes antes de que pudiera ser sometido a referéndum, como estaba previsto, el proyecto de Junta Regional de Andalucía para cuya Presidencia de Honor había sido ya designado Blas Infante. Todo fue barrido por la pólvora y la sangre, anulado por el crueldad de quienes, tras haberse sublevado contra el legítimo Gobierno de la República, tras haber arrastrado al país a la guerra y haber impuesto a su término la dictadura de la revancha y el terror, fueron aun capaces no sólo de condenar a muerte a Blas Infante cuatro años después de haberlo matado, sino de cebarse con los familiares que le habían sobrevivido.

Infante aspiraba, según escribió en uno de sus libros, a dar confianza al pueblo en sus posibilidades de progreso, a despertar su patriotismo frente a las injusticias y alcanzar una educación libre, universal y gratuita. Hoy, cuando Andalucía se parece ya a la Andalucía soñada por Blas Infante, los socialistas andaluces le hemos tomado como principal referente, y así lo determinamos el año pasado en nuestro undécimo Congreso Regional.

Dice el himno de Andalucía que “Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos: hombres de luz que a los hombres, alma de hombres les dimos”. Sé que también los almerienses, como no puede ser de otro modo, sabremos reconocernos en las nobles aspiraciones de Blas Infante a través de los actos que se le dediquen durante el 2010.

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