El 5 de julio del próximo año
se conmemorará el 125 aniversario del nacimiento de Blas Infante, Padre de la
Patria Andaluza. Con tal motivo, el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía
ha acordado declarar el 2010 como “Año de Blas Infante”, ocasión propicia para
resaltar aquellos rasgos de nuestra identidad como pueblo que tradicionalmente
han estado definidos por un claro anhelo de libertad, justicia social y
autogobierno dentro de una irrenunciable unidad con el resto de los pueblos de
España.
A tan significado andaluz le
debemos los máximos símbolos de nuestra Comunidad Autónoma: la bandera, aquella
a la cual cantara de forma extraordinariamente emotiva Carlos Cano (Amo mi
tierra/ lucho por ella/ mi esperanza/ es su bandera / verde, blanca y verde) y
en la que flamea una inspiración de colores andalusíes; el escudo, cuya leyenda,
Andalucía por sí, para España y la Humanidad, no es, según escribió su propio
creador, “una fórmula arbitraria, sino una expresión síntesis de la historia de
Andalucía”; y el himno, una vieja melodía de jornaleros andaluces a la que Blas
Infante le añadió la letra que hoy nos estremece si la escuchamos
lejos.
Pero Infante es referente de
andalucismo no sólo por el poder innegable de los símbolos, sino sobre todo por
la trascendencia de su compromiso ético, de su firmeza en la lucha por la
modernización de nuestra tierra y la consecución de una sociedad pacífica y
solidaria que, con las raíces bien hundidas en la tradición, fuera a la vez
dueña de su futuro, siempre esquivo con Andalucía, siempre en manos de
otros.
“Andaluces: Andalucía es una
nacionalidad, una realidad nacional”. Por afirmaciones como está, tan rotunda, a
Blas Infante lo sacaron de su casa el 2 de agosto de 1936 para fusilarle sin
juicio ni sentencia en la madrugada del día 11, en la carretera de Sevilla a
Carmona, apenas una semana antes de que a Federico García Lorca le fusilaran en
Víznar y un mes antes de que pudiera ser sometido a referéndum, como estaba
previsto, el proyecto de Junta Regional de Andalucía para cuya Presidencia de
Honor había sido ya designado Blas Infante. Todo fue barrido por la pólvora y la
sangre, anulado por el crueldad de quienes, tras haberse sublevado contra el
legítimo Gobierno de la República, tras haber arrastrado al país a la guerra y
haber impuesto a su término la dictadura de la revancha y el terror, fueron aun
capaces no sólo de condenar a muerte a Blas Infante cuatro años después de
haberlo matado, sino de cebarse con los familiares que le habían
sobrevivido.
Infante aspiraba, según
escribió en uno de sus libros, a dar confianza al pueblo en sus posibilidades de
progreso, a despertar su patriotismo frente a las injusticias y alcanzar una
educación libre, universal y gratuita. Hoy, cuando Andalucía se parece ya a la
Andalucía soñada por Blas Infante, los socialistas andaluces le hemos tomado
como principal referente, y así lo determinamos el año pasado en nuestro
undécimo Congreso Regional.
Dice el himno de Andalucía que
“Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos: hombres de luz que a los
hombres, alma de hombres les dimos”. Sé que también los almerienses, como no
puede ser de otro modo, sabremos reconocernos en las nobles aspiraciones de Blas
Infante a través de los actos que se le dediquen durante el 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario