Cada vez son más inequívocos
en Almería los indicios de una mejoría económica, una mejoría que no será ni
repentina ni brusca, como tampoco será espontánea, pues se debe
fundamentalmente a las medidas puestas en marcha por los Gobiernos de España y
de Andalucía. Así por ejemplo, la semana pasada conocimos que en noviembre
volvió a descender el paro en nuestra provincia, como ya ocurriera en el mes
anterior, afianzando la tendencia a la recuperación iniciada en septiembre. Pero
no sólo bajó el paro, sino que se creó empleo: en los últimos tres meses se han
creado cerca de quince mil nuevos empleos, de los cuales casi la mitad son
nuevos afiliados a la Seguridad Social en noviembre.
Otro dato importante que
conocíamos también la pasada semana: las ayudas a la compra de vehículos,
impulsadas para evitar el hundimiento de la industria, ha hecho posible que las
ventas de coches nuevos aumentaran en Almería un 30%. Desde que en mayo el
Gobierno central pusiera en marcha el Plan E 2000, en nuestra provincia no se
ha vuelto a bajar de los 700 coches vendidos al mes.
En su conjunto, no son aún
cifras con las que podemos darnos por satisfechos. Son sólo eso, indicios,
síntomas, motivos para la esperanza. En el gráfico de la economía almeriense,
hemos abandonado ya la línea de descenso y remontamos la que conduce nuevamente
a la senda del crecimiento.
Y si las medidas de estímulo
impulsadas por las administraciones central y autonómica han sido y están siendo
determinantes para mantenernos a flote durante la tempestad financiera, el plan
de reformas contenidas en la Estrategia de la Economía Sostenible presentada por
el presidente Zapatero supondrá el mejor apoyo posible a esa recuperación
esbozada ya en los datos, gracias a la profunda renovación del patrón productivo
y a la mejora de la competitividad que propone.
La especial vulnerabilidad de
España ante la gran crisis internacional venía anunciada por los desequilibrios
que a lo largo de quince años de crecimiento interrumpido habían ido
acumulándose: crecíamos, sí, pero con una baja productividad, invirtiendo poco
en investigación y desarrollo, con un gasto público en educación por debajo de
la media europea y un desmesurado peso del sector inmobiliario en el conjunto de
la economía. Entre 2004 y 2008, el Gobierno del PSOE comenzó a corregir estas
deficiencias, y de pronto se desplomó el mercado financiero
mundial.
Han sido meses muy duros, en
los que todo el esfuerzo ha estado dirigido a mantener la actividad y a evitar
una fractura social. Es tiempo ahora de abordar un conjunto de reformas en todos
aquellos ámbitos que puedan ser implicados en la renovación del modelo
productivo. Ése es el sentido último de la Estrategia presentada por el
presidente Zapatero, y más concretamente de la Ley de Economía Sostenible, eje
de un ambicioso proyecto de Estado en el que difícilmente va a encontrar acomodo
el mero cálculo electoral de la oposición: esta no es ocasión propicia para
desgastar al adversario, sino para construir entre todos un futuro más sólido.
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