Las intensas lluvias caídas
estos meses pasados –benéficas casi siempre, pero también, como se ha visto,
responsables de crecidas de ríos, inundaciones y no pocos daños materiales en
Andalucía- han llevado a algunos a cuestionar el cambio climático, o al menos a
no pensar en él como una amenaza tan grave ni tan inmediata. El hecho de que la
Cumbre del Clima de Copenhague, celebrada en diciembre de 2009, acabará, para
muchos analistas, en fracaso, sumado a las turbias maniobras de los escépticos
en el llamado “climagate”, una polémica que finalmente se supo manipulada y que
buscaba desacreditar las evidencias científicas en que se apoya la divulgación
del calentamiento global, han logrado sembrar cierta confusión entre la gente
justo cuando parecía que se había logrado extender la concienciación sobre este
asunto.
Pero la realidad sigue ahí,
tozuda, y las previsiones científicas para el futuro siguen siendo muy
inquietantes. En la reciente presentación de un informe oficial, la secretaria
de Estado de Cambio Climático utilizó la expresión “datos estremecedores” a la
hora de valorar, por ejemplo, el que la Península Ibérica esté calentándose tres
veces más rápido que el resto del planeta o que la temperatura en España pueda
alcanzar un aumento de seis grados en verano durante el último tercio de siglo
XXI. Además, y por lo que respecta a las inusuales precipitaciones de estos
meses, los investigadores afirman que éstas no contradicen las alertas sobre el
cambio climático, sino que confirman la tendencia a un aumento de la
variabilidad, es decir, que cada vez son más los años que llueve por encima de
la media y más, también, los que llueve por debajo. En cualquier caso, se sabe
que España será el país en el que más se reducirán las lluvias -hasta un 20% ó
25% a final de siglo, según la Agencia Estatal de Meteorología- si no se limitan
las emisiones de gases de efecto invernadero.
Qué más lógico, pues, que
avanzar en la implantación de energías limpias, y así lo viene haciendo desde
hace años el Gobierno de Rodríguez Zapatero. A España no le basta con sumarse a
las medidas que vayan adoptándose internacionalmente: debe ser pionera en todo
cuanto pueda, por ejemplo en el uso del vehículo eléctrico. De ahí la
importancia del Plan Integral para el impulso de este tipo de vehículo, cuyo
número podría pasar de los apenas ocho mil que hoy circulan en nuestras ciudades
a un millón en el año 2014 gracias a las actuaciones y ayudas públicas
contempladas por el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio. Los objetivos
son claros: por un lado, y desde un punto de vista estrictamente económico,
ampliar el horizonte de futuro de la industria nacional del automóvil e incidir
en el desarrollo de los equipos y componentes necesarios; por otro, fomentar la
producción de energías renovables, reducir nuestra dependencia energética del
petróleo y, en definitiva, no contaminar.
No sólo sería inteligente que
España se convirtiese en un país clave para la implantación del vehículo
eléctrico, es que es absolutamente posible. Lo que hoy parecen inconvenientes
pueden ser subsanados tecnológicamente en muy poco tiempo, y desde luego el
empeño merece la pena. Nuestra generación ha de dar el paso hacia una nueva era
energética basada en los principios de ahorro, eficiencia y sostenibilidad
medioambiental. O eso o nos vamos preparando para un futuro
desolador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario