Impresionados aún por la tragedia ocurrida el pasado
miércoles en la vecina Lorca, y tras la suspensión de un día de campaña
electoral en señal de duelo por las víctimas del terremoto, los socialistas nos
lanzamos el viernes de nuevo a las calles de nuestros municipios para
explicarles a los ciudadanos nuestro programa y pedirles su voto. Un voto en
positivo, de quienes desean que en su Ayuntamiento haya un alcalde o una
alcaldesa que defienda de verdad, con realidades, los derechos sociales y a la
gente más humilde, la que peor lo está pasando con la crisis económica. Un
alcalde o alcaldesa apoyado en un equipo de gobierno que trabaje con honestidad
y transparencia por sus vecinos y esté comprometido con los barrios, no sólo
centrado en el centro. Un equipo que apueste por una forma de gobierno austera,
clara, transparente, donde los ciudadanos sepan en qué se invierte, cuánto
cuesta, de dónde viene ese dinero.
En un ejercicio de cinismo electoral, el PP
ha pretendido apropiarse de la bandera de los derechos sociales, aunque con la
misma boca que los defiende sabe igualmente cuestionar la sostenibilidad del
Estado del Bienestar. Sus hechos evidencian las intenciones que ocultan: si
durante los ocho años que gobernaron en una España con bonanza económica
–bonanza basada en buena parte, como se vio luego, en la especulación
inmobiliaria-, si en ese tiempo, digo, no subieron el Salario Mínimo
Interprofesional ni apostaron por las becas ni tampoco ayudaron a las personas
dependientes o a los pensionistas, ¿qué cabría esperar de la derecha en tiempos
de crisis?
Esa derecha que aspira a alcanzar el gobierno de nuestros
Ayuntamientos es la misma que trata de socavar la confianza en España, usa el
terrorismo en clave electoral y critica al Tribunal Constitucional con una
irresponsabilidad que provoca escalofríos en todo demócrata de bien. Pero es
también la derecha que, sin haber apoyado las políticas sociales impulsadas por
el Gobierno de España, asegura ahora que como ellos nadie para ponerlas en
práctica. Pero la verdad sabe siempre abrirse paso entre la mentira, por
persistente que ésta sea: nunca ha habido tanta protección social como hoy,
nunca se habían invertido tantos recursos públicos en becas, nunca habían
recibido tanta atención las personas dependientes y quienes se ocupan de su
cuidado, nunca se había apostado tan decididamente por la igualdad, nunca hasta
ahora el autónomo había podido optar a una prestación por desempleo ni, en caso
de ser mujer, tener una baja por maternidad, y sólo ahora las prestaciones del
Régimen Agrario están equiparadas a las del Régimen General de la Seguridad
Social.
Nadie como el Partido Socialista para impulsar el
bienestar general cuando las cosas van bien, y nadie como el Partido Socialista
para defender las conquistas sociales cuando las cosas van mal. Es evidente que
mucha gente está enfadada como consecuencia de la crisis, pero lo que no
imagina el PP es que, si ese enfado se traduce en voto de castigo, no serán los
que pusieron todo su corazón y toda su capacidad para superarla los castigados,
sino los que no ayudaron, los que aguardan sin más a que el Gobierno socialista
se desgaste, de brazos cruzados y en compañía de quienes provocaron lo más duro
de la crisis.
No hay más triunfo electoral que el que resulta de sumar
un mayor número de papeletas cuando se abren las urnas. Desde el PSOE estamos
convencidos de que ese triunfo ha de ser, sobre todo, el de una ciudad, el de un
pueblo, el de todos y cada uno de sus vecinos, y ese triunfo sólo está
asegurado en nuestro programa.
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