La irresponsabilidad y precipitación con que
las autoridades alemanas atribuyeron a las hortalizas españolas el origen de un
brote infeccioso en su propio territorio, provocando con ello una alarma
innecesaria, ha ocasionado un enorme daño económico y de imagen al sector
hortofrutícola de Almería; enorme pero -al menos quiero creerlo así- no
irreparable. Más allá de las compensaciones que fije la Unión Europea, en defensa
de las cuales el Gobierno español peleará con uñas y dientes; más allá de las
medidas que se adopten para difundir la realidad de una producción impecable y
avanzada como pocas en el mundo y en apoyo de las demandas individuales o
colectivas que puedan presentar los agricultores, España exigirá que quienes
actuaron con una mezcla de torpeza y malicia, los que han provocado esta
agresión comercial sin precedentes en Europa, asuman su responsabilidad y
contribuyan de manera clara y decidida al restablecimiento de la confianza en
nuestros productos.
Gracias a la determinación y prontitud con que las
autoridades españolas actuaron, el Gobierno alemán tuvo que admitir no sólo que
los pepinos españoles no eran los causantes del brote de bacteria E.coli, sino
que no saben, hasta el momento en que escribo estas líneas, dónde pueda estar
la causa. Un gobierno tan poderoso como el alemán dando palos de ciego,
precipitándose, despertando falsas sospechas que tal vez han desviado la
atención de los científicos que investigan el caso y les ha hecho perder un
tiempo muy valioso, para acabar admitiendo que el origen habrá de estar, más
que probablemente, en su propio territorio.
Es decir, que es su falta de control
sanitario la responsable, no el proceso que con todas las garantías se lleva a
cabo en nuestro país y, más concretamente, en nuestra provincia; por algo somos
referentes mundiales en innovación, un ejemplo de buenas prácticas agrícolas,
modernas, controladas, con plenas garantías en todo el proceso: plantación,
recolección, manipulado, envasado y transporte desde origen. Es en la
comercialización en el punto de destino, cuando éste está fuera de nuestras
fronteras –y en el transporte una vez que los compradores se hacen cargo de la
mercancía-, donde la UE tiene que exigir más rigor. Ésta es una ocasión
inmejorable para hacerlo, porque, más allá del resultado de las
investigaciones, y sin ánimo de actuar con la ligereza con que lo han hecho los
alemanes, parece claro que el foco de la infección que ya se ha extendido a
Suecia, Dinamarca, Holanda, Austria, República Checa, Francia, Rusia y tal vez
España, está dentro de las propias fronteras germanas. También esa
responsabilidad habrán de asumir.
¿Por qué ese ataque injustificado e
injustificable a España? Probablemente habrá varias razones, y yo apunto una:
el Gobierno alemán sabía perfectamente que incluso en un caso de tanta
trascendencia para nuestro país, el principal partido de la oposición iba a
apartase de nuestro Gobierno tratando de sacar tajada. El PP se suma a todas
las causas contra los intereses de España, no importa de dónde procedan ni
cuánta malicia las mueva. El PP está dispuesto siempre a ponerse de parte de
cualquiera que diga que España está en bancarrota, no paga sus deudas,
despilfarra en bienestar o exporta verdura en mal estado, pues su objetivo
único e irrenunciable es convencer a los españoles para que le entreguen todo
el poder político e institucional, absolutamente todo, un poder omnímodo que
abarque municipios, provincias, comunidades autónomas y Estado: todo. Pero, ¿a
tan alto precio?
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