Detrás de unas siglas políticas hay una
propuesta de modelo de sociedad, y eso es lo que, en definitiva, se le plantea
a los ciudadanos en cada cita electoral, elegir no tanto entre un partido u
otro sino entre maneras de entender la convivencia. Ante las elecciones del
próximo 22 de mayo, el PSOE vuelve a defender un modelo social basado en la
igualdad de oportunidades y en el crecimiento equilibrado y sostenible, pero
¿quién pude decir realmente cuál es modelo de sociedad que propone el PP?
Sabemos que en opinión de la derecha el
Partido Socialista es siempre culpable de todos los males, lo es en tiempos de
crisis pero también en los de bonanza, pues en ambos casos su reacción
inmediata a un resultado electoral desfavorable a sus intereses es pedir
elecciones anticipadas. Nunca oirán a un representante del Partido Popular
hablar abiertamente de qué harán en caso de obtener un respaldo mayoritario de
los ciudadanos, de tal modo que tienen las manos libres para aplicar políticas
que promueven un desarrollo económico coyuntural, a corto plazo, y que en el
fondo acaban favoreciendo siempre la desigualdad.
En el ámbito municipal lo tienen claro: el crecimiento urbanístico
es lo que determina que una ciudad sea grande. De más está decir que es ésta
una verdad puramente física, en la cual, sin embargo, las personas juegan un
papel secundario, a menos que estén en condiciones de participar en el negocio.
Claro que a medio plazo nada más insostenible en el tiempo que una burbuja
inmobiliaria, pero, con un poco de suerte, para cuando estalla esta burbuja
gobierna ya la izquierda y se le puede culpar de una crisis que se fraguó junto
con los ladrillos.
Frente a este modelo, el PSOE está
convencido de que una ciudad crece cuando sus habitantes reciben un trato
adecuado a sus necesidades sociales. Un alcalde “popular” está siempre
dispuesto a encontrar emplazamiento para una nueva urbanización, aunque sea en
detrimento de zonas verdes; un alcalde socialista apostará sobre todo por
fortalecer los servicios públicos esenciales: la educación, la sanidad o el
desarrollo pleno del sistema de dependencia. Nada ejemplifica mejor estas
posturas contrapuestas que los planes del actual equipo de gobierno municipal
de Almería para La Molineta o el hecho de que este Ayuntamiento sólo gastase en
el primer semestre del 2010 la mitad de los más de cinco millones de euros que
la Junta de Andalucía le transfirió para atender
las solicitudes de atención a la dependencia.
Así se entiende que una de las bazas con las
que pretende contar siempre la derecha es la de que los ciudadanos,
preferentemente los que tienen una sensibilidad progresista, no adviertan
diferencia alguna entre un modelo y otro, y vean a los políticos como un “todos
revueltos”, desconfíen de ellos y no acudan a votar. Y si para ayudar a la
confusión es necesario decir, como recientemente ha hecho una destacada
dirigente del PP, que su partido es “pionero en igualdad”, se dice, aunque
apenas se les conozca iniciativa alguna en esta materia y a pesar de haber
recurrido la Ley de Igualdad que impulsó el Gobierno socialista o las listas
paritarias en Andalucía. Por eso llevan tan mal las derrotas electorales:
cuando pierden, no piensan que han sido incapaces de convencer de la bondad del
modelo social que proponen, sino que los ciudadanos no se han dejado engañar
acerca del modelo que ocultan.
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