martes, 19 de abril de 2011

VERDADES Y MENTIRAS

Nada define mejor la actitud de la derecha española que la sonrisa con que sus dirigentes recibieron la noticia de que nuestro vecino Portugal se había visto obligado a solicitar el rescate financiero de la Unión Europea. Cuando el rechazo de la oposición portuguesa a respaldar las medidas de austeridad planteadas por su Ejecutivo provocó la caída de éste, hubo algún destacado miembro del PP que llegó a afirmar sentir “envidia de que Portugal tenga la oportunidad de cambiar de Gobierno”. Pero antes de que los “populares” pudieran hacer valer su dañina idea de que la caída de Portugal es “lo que podría pasarle a España”, lo que quedó en evidencia es que se trata de “lo que podría haberle pasado a España”: para ello hubiera bastado con lograr que las medidas de ajuste económico impulsadas por el Gobierno Zapatero, en contra de las cuales votó el PP en mayo del pasado año, no llegaran a aplicarse. Tal vez entonces los conservadores españoles hubiesen obtenido el premio de esas elecciones anticipadas de las que se han declarado sedientos, pero a costa de la ruina de nuestro país.

El caso Portugal, pues, lejos de respaldar esa falsa imagen de una España débil, que tan insistentemente intentan los “populares” transmitir al exterior, lo que retrata es una derecha capaz de cualquier cosa por alcanzar el poder, arrogándose para ello el papel en el que siempre se han sentido más a gusto: el de salvapatrias. No obstante, los organismos internacionales  (FMI, Comisión Europea, Banco Central Europeo, OCDE) han coincidido en que las medidas que tomó el Gobierno español, y que afectaban a los cuatro problemas principales de nuestra economía (déficit, mercado laboral, pensiones y sistema financiero) han alejado toda posibilidad de ser una ficha más del dominó de países comunitarios rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal) y nos han convertido en un dique infranqueable ante la crisis y en una garantía de seguridad para la zona euro. El diario Financial Times aseguraba a comienzos de este mes que “Zapatero se despide cuando España está encarrilada”, y alababa “las valientes reformas estructurales y de otros tipos” llevadas a cabo por el Gobierno Español. Dos días después, el mismo prestigioso periódico se mostraba así de contundente: “Mientras Portugal está KO, España parece ir OK”.

Pero intentar despertar la desconfianza hacia nuestro país, con ser de una escalofriante irresponsabilidad, no es la mayor vileza en la que puede incurrir la derecha española para tomar los Gobiernos central y andaluz. La cacería política y personal a la que están sometiendo a Manuel Chaves, usando a su familia para tratar de desgastar políticamente al PSOE y al Ejecutivo del que es vicepresidente tercero, cuestionando su intachable honradez a sabiendas de que los argumentos que esgrimen contra él son falsos y justificando esta deleznable maniobra en los pasillos del Senado diciéndole que “la política es así de canalla”, va más allá de lo tolerable. Se trata también, claro está, de intentar tapar mediante una estrategia como ésta el hecho de que fuera el principal artífice de la modernización de Andalucía durante los años en que fue presidente de la Junta. No se conoce en Europa un caso igual de acoso y derribo a un Gobierno, de causa general contra un partido político, buscando herir en el corazón de aquello que nos es más preciado a todos y cada uno de nosotros: nuestra familia. Más tarde, cuando todo haya pasado, vendrán las disculpas, o quizá ni siquiera eso, qué más les da. Curiosamente, los mismos que emponzoñan con mentiras la trayectoria de Manuel Chaves confeccionan sus listas electorales con gente que está imputada en casos de corrupción, y lo hacen con cierta actitud desafiante, con insolencia, sacando pecho, como diciendo “sí, imputados, qué pasa”, y todo eso produce vergüenza.

Tal vez para algunos la política sea así de canalla, pero no lo es para todos. Tal vez haya quien encuentre justificada cualquier cosa que se haga para echar a un Gobierno que no le gusta, pero no es la manera más digna de pasar por la vida.

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