Como cada año, en torno a la conmemoración
del Día Internacional contra la Violencia de Género surgen actos públicos,
llamamientos a la movilización, campañas, manifiestos, declaraciones,
testimonios, artículos. Todo ello, que es empuje y toma de conciencia
colectiva, tiene un denominador común: subrayar que cada día que una mujer es
asesinada por el hombre con el que está, ha estado o se ha negado a estar
ligada afectivamente es el Día Internacional contra la Violencia de Género; que
cada vez que la mano de un hombre o su desprecio se precipitan sobre una mujer,
ese hombre está vulnerando en un instante la dignidad de todas las mujeres.
Pero un año más el número de víctimas
mortales es horriblemente elevado –sesenta y tres mujeres y cuatro niños cuando
escribo estas líneas- , y este hecho, que por su propia condición de
inconcebible pudiera mover al desaliento, es temerariamente utilizado por
quienes cuestionan la necesidad de leyes en materia de igualdad o en materia de
violencia machista. Entre los que así lo hacen, los hay que tampoco dudan en
promover la falsa idea de que muchas de las denuncias de maltrato son
inventadas o buscan otra clase de intereses, cuando los datos demuestran que
esto no es en absoluto verdad. De ahí a añorar en privado aquellos tiempos en
que se hablaba de “crímenes pasionales” hay apenas un paso muy pequeño.
Lo cierto es que a ese hombre dominador de puertas para
adentro, posesivo, envenenado por la violencia, capaz de mantener una imagen
social impecable pero al que esperan temblando en casa, a ese hombre deleznable
cada vez más mujeres le dicen: basta. Pero han de ser muchas más, y denunciar,
y alejarse del verdugo sabiendo que serán protegidas, y si cualquiera de
nosotros tenemos conocimiento de una situación de maltrato debemos elegir entre
ser cómplices por omisión o aliados de la víctima. Debemos sacarle al agresor,
como señala una campaña institucional, tarjeta roja, expulsarle del terreno
donde la convivencia democrática se juega con limpieza, con respeto, en
condiciones de igualdad.
Lamentablemente, la supresión total de las actitudes que
derivan en violencia contra la mujer no es una tarea fácil, porque vienen de muy
lejos y están arraigadas en una cultura muy masculina, donde la fuerza física
aún tiene en muchos rincones la última palabra, donde el amor equivale a veces
a un título de propiedad, donde hombres supuestamente cultos, bien posicionados
y con proyección pública siguen expresando su opinión sobre alguna mujer en
particular o sobre las mujeres en general mediante comentarios espantosamente
burdos, vejatorios e incluso, en alguna ocasión, de una nauseabunda zafiedad,
como en el caso reciente un contertulio de Telemadrid: y aún pretenden acogerse
a la libertad de expresión o a la natural ligereza de una conversación privada.
Las nuevas generaciones no pueden advertir ni un mínimo
titubeo en el compromiso social contra la discriminación sexual y contra la
violencia de género, sólo así podremos romper un día el círculo de horror en el
que viven atrapadas muchas mujeres, en el que vivimos todos atrapados a través
de su dolor y de su miedo y de su injusta falta de autoestima.
3 comentarios:
¿que no hay denuncias falsas??
Lee los comentarios de los propios fiscales, a ver si te ilustras un poco:
El 80 por ciento de los casos que llegan al juzgado número 5, el de violencia machista, son infracciones ridículas, discusiones que bajo mi opinión, y la de mis compañeros, no deberían trascender al ámbito judicial. Lo pensamos todos. Sin embargo, las maltratadas de verdad siguen sin aparecer.
http://custodiapaterna.blogspot.com/2010/11/el-80-de-los-casos-que-llegan-al.html
Hay un protocolo de actuación en cada denuncia de este tipo y en ningún caso se trata de un juicio popular,respeto tu opinión pero la ley es necesaria.Sólo añadir que las denuncias falsas támbien son punibles.
Estimado Diego, yo era votante del PSOE. Conozco a bastante concejales del partido (en varias ciudades y pueblos) que opinan que hemos llevado al hombre a una situación extrema. Por los pasillos del senado los políticos hablan por lo bajo de lo mal que lo han hecho. Nadie lo reconoce en voz alta pero hay muchos arrepentidos y son conscientes del daño que han causado. Pero lo peor de todo es que la ley no vale para reducir el problema. Al contrario, cada vez hay mas nujeres muertas. Y cada vez hay mas hombres injustamente arruinados moral, social y economicamente. Si seguimos por este camino, se va a generar una revolución social (de hombres y mujeres) que no volverán a votar nunca más al partido. Y con razón. No creo que sea el camino, querido Diego. La protección de la mujer no debe implicar la destruccion del hombre.
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