No cabe duda de que la semana pasada tuvo un
extraordinario calado político. Frente a quienes pregonaban la idea de un
Gobierno débil, vacilante, que no podría agotar la legislatura, el Ejecutivo
presidido por Rodríguez Zapatero lograba despejar la incertidumbre
presupuestaria, garantizaba la estabilidad política mediante acuerdos con otros
partidos y procedía a una remodelación ministerial encaminada a consolidar las
reformas económicas y sociales puestas en marcha.
Todo ello es, objetivamente, bueno para los
intereses de España y pésimo para los que tienen depositadas sus expectativas
electorales en el mero desgaste del Gobierno, no en su propia capacidad de despertar
ilusión o esperanza en los ciudadanos. Rechazadas en el Congreso todas las
enmiendas a la totalidad de los Presupuestos Generales –es el turno ahora de la
tramitación de las enmiendas parciales-, nuestro país encara un futuro
inmediato sin sobresaltos. Se olvidan los que esperaban lo contrario que la
imposibilidad de aprobar unos Presupuestos no habría sido negativo solamente
para el Gobierno, sino que sobre todo habría resultado nefasto para nuestra
economía: habría provocado la desconfianza hacia nuestro país, habría frenado
la recuperación económica y habría dejado en el aire las necesarias reformas de
nuestro modelo productivo que ya están siendo acometidas.
Que el líder de la oposición y empecinado aspirante a La
Moncloa –en España nunca una misma persona había estado en disposición de ser
derrotada tres veces en unas elecciones generales- criticase tan agriamente los
acuerdos alcanzados para asegurar la aprobación de los Presupuestos, demuestra
cuál es la principal preocupación del PP: no el hecho de que el país pueda
disponer de unas cuentas para el 2011 que legítimamente no le gustan, sino que
con ellas el actual Gobierno afianza una segunda legislatura completa.
Evidencia, además, tener una flaca memoria, pues los nacionalistas a los que ahora
vilipendia por llegar a acuerdos con el Gobierno socialista son los mismos que
afirmaron haber obtenido de Aznar
cesiones extraordinarias a cambio de su investidura.
Despejadas las incertidumbres presupuestarias y políticas,
el presidente Zapatero procedió de inmediato a realizar una profunda
remodelación de su Gobierno con el fin de afrontar el tramo final de la
legislatura desde la fortaleza y la austeridad. Será el equipo que complete las
reformas, acelere la recuperación de la economía y el empleo y siga
salvaguardando nuestro Estado del Bienestar. Se trata, además, de un Gobierno
en el que Andalucía contará con tres piezas fundamentales: Manuel Chaves amplía
las competencias de su Ministerio, que ahora se ocupará también de la Función
Pública. Alberto Pérez Rubalcaba, diputado por Cádiz, adquiere un enorme peso
político al ocupar la Vicepresidencia Primera conservando sus responsabilidades
como ministro del Interior. Finalmente, la cordobesa Rosa Aguilar, que ha
realizado una excelente labor en el Gobierno andaluz como consejera de Obras
Públicas, se hace cargo de la cartera de Medio Ambiente, y Medio Rural y
Marino, un Ministerio vital para la economía y el futuro de nuestra Comunidad
Autónoma, pues Andalucía ocupa el primer puesto en superficie agraria y en
producción.
Queda año y medio para las próximas elecciones generales,
un tiempo demasiado valioso como para que el señor Rajoy lo ocupe únicamente
pensando en las urnas. Nunca es tarde para que
el PP se dé cuenta de que puede y debe jugar un papel importante en el
objetivo de recuperar el crecimiento económico y crear empleo: bastaría con que
empezara a hacer una oposición constructiva.
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