En el espacio limitado de un
artículo de opinión no es posible, obviamente, explicar la reforma laboral
aprobada por el Gobierno la pasada semana, fundamentalmente porque se trata de
la reforma más importante, la de mayor calado, llevada a cabo en España en los
últimos veinte años, lo que determina no su complejidad, como se ha dicho, si no
su alcance. Por cierto, que es fácil entender la absoluta necesidad que nuestro
país tenía de adaptar el modelo laboral y el modelo productivo a una realidad
que es hoy muy distinta a la de hace dos décadas, mucho más cambiante y
competitiva.
Esta limitación de espacio,
pues, no permite otra cosa que resaltar las líneas maestras de esta reforma, sus
objetivos prioritarios, que no son otros que reducir las tasas de desempleo y
mejorar la productividad, estimular la contratación indefinida y situar el
despido como la última solución y no la primera, introduciendo la necesaria
flexibilidad para que una empresa pueda afrontar situaciones de dificultad
optando por otras salidas; en este sentido, nos encontramos con una de las
principales novedades, la de favorecer la reducción de jornada como alternativa
al despido (el llamado modelo alemán): el trabajador mantiene su empleo y sus
ingresos, la empresa paga la parte de la jornada trabajada y el resto se cobra
con cargo al desempleo.
Se habla mucho de la
“dualidad” como uno de los grandes problemas del mercado laboral español,
concepto que, en definitiva, hace referencia a la alta tasa de precariedad en el
empleo. El noventa y dos por ciento de los contratos que se firman mensualmente
en España es de duración determinada, siendo ésta una de las principales razones
por las cuales el presidente Zapatero ya habló en la primera legislatura de
reformar el mercado laboral y por la que hace dos años promovió un diálogo
social entre patronal y sindicatos que, lamentablemente, no llegó a cuajar en
acuerdo. La reforma aprobada de forma urgente (pero que será tramitada más
adelante como proyecto de Ley para buscar un consenso político) supone que lo
quince millones de trabajadores con contrato indefinido conservan íntegramente
sus derechos, y que son los cuatro millones de temporales y los más de cuatro
millones de parados los que ganan en oportunidades, pues se limitará la
contratación temporal hasta reducir su utilización únicamente a aquellos casos
en que esté justificada por la naturaleza del trabajo.
Pero como ya he señalado, son
muchos los aspectos que desarrolla esta reforma, muchas las novedades y las
dudas que, lógicamente, les surgen a trabajadores y empresarios, y muchas
también las informaciones intencionadamente erróneas que están siendo divulgadas
desde aquellos ámbitos en los que la prioridad no es dinamizar el mercado
laboral y salir de la crisis, sino cambiar el Gobierno. Seremos quienes creemos
que ésta es la reforma que necesita España los que nos acerquemos a los
ciudadanos para explicársela. Mientras, para la prensa europea empieza ya a ser
clamoroso el empeño del PP en sacar tajada de esta situación tan difícil: un
importante periódico alemán, el Süddeutsche Zetung, aseguraba el pasado
miércoles que “el Partido Popular se ha vuelto insoportable por su política de
obstrucción, que denota una falta de patriotismo”.
Lo he escrito otras veces: es
en ocasiones tan difíciles como la que atraviesa Europa y, por tanto, también
España, donde cada cual queda retratado en su responsabilidad o en su ambición,
en su compromiso con los intereses generales o con los propios, en su altura de
miras o en su pequeñez moral.
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