Finalmente, la reforma laboral
que tanto necesita España será aprobada este miércoles en Consejo de Ministros
mediante decreto y sin que haya sido posible el acuerdo entre los agentes
sociales. No era ésta, desde luego, la fórmula que contemplaba el Gobierno como
primera opción, pues la experiencia demuestra el excelente resultado que siempre
ha dado el diálogo social, pero todos los plazos se han agotado ya: el sentido
de la responsabilidad exige una modernización del mercado de trabajo que suponga
un impulso a la creación de empelo y contribuya decisivamente a reducir las
tasas de paro. La reforma estará sujeta, pues, a aquellas medidas que el
Gobierno estime más convenientes y beneficiosas para los intereses de todos, de
unos y de otros; medidas que no menoscaben los derechos de los trabajadores y
que al mismo tiempo permitan a las empresas aligerar sus costes, que hagan más
accesible y menos gravosa la contratación indefinida y más rígida la temporal, y
que, de cara al exterior, transmitan señales de calma y confianza desde nuestro
país a los mercados financieros.
Las circunstancias han hecho
que nuevamente los españoles y nuestros socios europeos vayan a poder evaluar el
grado de seriedad, de coherencia y de compromiso del principal partido de la
oposición. El voto en contra de las medidas de ajuste económico aprobadas por el
Ejecutivo para reducir el déficit público supuso un enorme error político por
parte del PP, que prefirió desgastar al presidente Zapatero antes que proteger
los intereses no sólo de nuestro país sino de toda Europa. El discurso que aún
sostienen sus dirigentes de que somos un país “intervenido” y “aislado”, tan
extremadamente demagógico y tan dañino con nuestra imagen, ha quedado demolido
por el durísimo ajuste económico llevado a cabo por Alemania (recorte de ayudas
a la familia, eliminación de subvenciones para los parados de larga duración,
supresión de 15.000 empleos en la Administración y reducción de un 2,5% de los
sueldos de los empleados públicos) y por el no menos duro que se avecina en
Reino Unido, cuyo Gobierno, en manos, como el alemán, de un partido hermano del
PP, ya ha anunciado a sus ciudadanos que será un ajuste “que va a afectar a
nuestra economía, a nuestra sociedad y a nuestra forma de vida”.
Afirmar, como hace el PP, que
el Gobierno español está aislado recuerda a esa actitud un tanto pintoresca con
que algunos conductores británicos sostienen que somos nosotros, el resto del
mundo, los que circulamos al revés. En realidad, es la derecha española la que
ha quedado fuera de juego, y era a las orejas del señor Rajoy a las que el
Coordinador del Partido Popular Europeo y ministro de Economía de Finlandia,
Jirki Katainen, estaba dando un tirón cuando hace bien poco dijo lo siguiente:
“Animamos a nuestros Gobiernos y partidos en la oposición a actuar de forma
responsable. No es tiempo de buscar réditos políticos a corto plazo. Es nuestro
mensaje a nuestros partidos hermanos”.
No, no es tiempo de frotarse
las manos, sino de arrimar el hombro. Veremos qué ocurre ahora. Desde el PP han
insistido reiteradamente en que la reforma laboral había que hacerla ya, con
acuerdo o sin acuerdo. ¿Votará también en contra de ella cuando se debata en el
parlamento?
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